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Pequeños grandes comensales

Los primeros mil días de vida de un niño son nuestra oportunidad de definir hábitos para el resto de su vida. ¿Estás prestándole la atención necesaria a la alimentación de tus hijos?

La etapa que va desde el momento de la concepción hasta los dos años de edad constituye un periodo crítico de desarrollo nutricional, cognitivo y emocional que determina el bienestar futuro y la ausencia de enfermedades. Este crecimiento está determinado por la experimentación de vivencias emocionales enriquecedoras y la estimulación temprana que el cerebro necesita. La madre gestante nutre a su bebe a través de la sangre, el bebé recibe protección inmunológica desde el calostro y luego con la lactancia materna exclusiva hasta los seis meses de edad, momento en el que está preparado para recibir una alimentación complementaria de calidad, siempre continuando con la lactancia materna a libre demanda. Estos hábitos nutricionales son los que condicionan el aporte de nutrientes esenciales y permiten que se cubran los requerimientos de energía y proteínas para garantizar el crecimiento y desarrollo óptimos de los niños. Es decir, previenen la aparición de enfermedades tales como la obesidad infanto-juvenil, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y el retraso de crecimiento.

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Muchas veces, al sentar a comer a los niños, cometemos el error de sobrecargar esta necesidad básica, dramatizarla o, incluso, no brindarle la atención o los cuidados necesarios. Del primer error —que suele ser darle de comer a niños a destiempo del resto de la familia— al último —olvidarse de que los niños aprenden con el ejemplo de sus padres—, siempre es bueno tener a mano estos consejos:

-Durante los seis primeros meses de vida, brindar lactancia materna exclusiva mejora el vínculo madre-hijo, previene infecciones, alergias y la obesidad.
-Continuar con lactancia materna a libre demanda y comenzar con alimentación complementaria a los seis meses. A través de las primeras experiencias alimentarias se definen los hábitos, es por ello que lo ideal es ofrecer comida natural y casera.
-No darse por vencido si el bebé rechaza los alimentos: diez exposiciones repetidas ayudan a que el niño se habitúe y se familiarice con los nuevos alimentos.
-Permitir que el bebé explore y experimente con los nuevos alimentos, que agarre la comida con las manos y que descubra texturas.
-Visitar más las verdulerías y las dietéticas, tener una huerta en casa, involucrar al niño en la compra y elaboración de los alimentos saludables.
-Educar al niño en la primera infancia es responsabilidad de los padres.
- No obligar a comer, respetar los tiempos de cada uno. Tener una experiencia negativa puede ser contraproducente. Si los padres comen saludable, es probable que el niño siga el ejemplo y, si mantiene este hábito a largo plazo, no aumentará de peso.
- No usar los alimentos como premio o castigo, no es una buena técnica premiar al niño con un helado si termina de comer su plato con brócoli. Es importante que el niño no asocie la comida chatarra con lo bueno y la verdura con lo malo.
-Disfrutar la comida, socializar, comer en familia para que el niño asocie la alimentación saludable con los buenos momentos.
-Estar alerta a síntomas de saciedad, acostumbrar a un niño a comer en exceso produce sobrepeso.

Nunca te olvides de que los niños aprenden a comer mirando a sus padres
POR: Delfina Fahey

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