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Sacá tu enojo de adentro

Utilizar la culpa y la furia a nuestro favor puede ser una buena idea. En esta nota, te contamos cómo aliarte a ellas.

En estos tiempos que corren, se alumbran sin disimulo las injusticias y calamidades propias de la naturaleza humana, aquello que de alguna manera no quisimos integrar y, por ignorarlo, se volvió brutal. Lo oculto, lo silenciado, bajo la tutela de la frase familiar: “de eso no se habla”. Lo negado, lo naturalizado sin discernimiento hasta ser anestesiado, de lo que uno no se puede defender ni cuidar. Aprendimos a tropezar y a caer por adoptar las creencias de otros, sin asumir la responsabilidad de tamizarlas. Nos educan para “conformar”, adquirir las formas de otros, invalidando las propias.

 

Mejor, considerate
Llegó el momento de “considerarnos”, liberarnos de las ataduras psíquicas de sumisión y obediencia. Esa sombra del karma, del que tanto tememos, que no es más que la reiteración de un hecho a la espera de nuestro límite. Nos educan para que “todo esté bien”, silenciando en nosotros el enojo, disculpando lo imperdonable, aprendiendo a ser “buenos con los de afuera” y nuestros propios opresores. Lo que está reprimido muchas veces necesita de un agente de violencia externo para provocar el enojo, ese grito sagrado que desbloquea nuestra voz atrapada desde nuestra infancia reivindicando nuestra dignidad. Habilitá el enojo, no te conviertas en una optimista patológica. Es una emoción que te permite desarrollar el espíritu de lucha, de defensa. Para sobrevivir, es necesario un determinado grado de enojo.

 

El arte del enojo
Tenés que entrenarte en las artes del enojo. Expresalo con firmeza, sin agresividad, dejando en claro cuáles son tus necesidades, pero hacelo sin lastimar a nadie. Sé firme, no prepotente. El enojo que queda adentro lastima y enferma. Sacalo. Implementá tu ley, un orden a ser respetado. Habilitá un contrato interno con vos misma y sostenelo con lealtad a tu Ser, sin dejarte manipular pretendiendo ser querida. Ser ignorados y aprender a ignorarnos fue la forma de incorporar la violencia. Dejar de ignorarnos es soltarla. Lo no dicho te convierte en adicto a sus formas. Es consumir una y otra vez esa sustancia que sabés que te destroza, pero a la que no podés decirle “No”.

 

El enojo es una emoción que te permite desarrollar el espíritu de lucha. Si no lo expresamos, se queda adentro, lastima y enferma...

 

Tu culpa, tu responsabilidad
La raíz etimológica de la palabra violencia es fuerza vital. Es una fuerza que emerge del interior cuando no podés defenderte, entonces aparecen emociones de reactividad. Te parás en la “polaridad”, en lo animoso y en lo bestial, convirtiéndote en víctima y victimaria de ese movimiento. Aprendé a comunicar tus emociones, a entender lo importante de darte a conocer tal cual sos, sin la necesidad de cubrir expectativas ajenas y sin sentirte culpable por no hacerlo. Crecer y madurar está directamente relacionado con iniciar un camino individual, con estar más consciente de las necesidades personales, con no sentirse culpable por no poder responder a los deseos ajenos. También tiene que ver con la necesidad de transformar esa culpa en responsabilidad de llevar a cabo tu destino. Parecería que es necesario sentir culpa para poder seguir evolucionando. Es el debate interno que padecemos a diario. Vos sos la vida y la calidad que puedas brindarle. Agradezco tu responsabilidad y te entrego la mía en un compromiso por siempre.

 

POR: Claudia Luchetti

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