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El terruño de la abundancia

Autor: Julieta Otero

¿Se puede pedir más que paisajes imponentes, viñedos de antaño, vinos modernos, gente amable y gastronomía autóctona con mucho sabor?

Rodeada de imponentes montañas de roca rojiza, Cafayate es un oasis de abundancia en pleno Valle Calchaquí. El camino de Salta capital a la localidad de Cafayate es hermoso e imponente, no sólo por sus paisajes, sino también por su diversidad. El verdor de las montañas y los campos se convierte en un árido rojo fundido en un cielo siempre celeste, con tan sólo entrar en la reserva natural Quebrada de las Conchas. Ahí es donde comienza el viaje que revela que también de la aridez pueden brotar cosas maravillosas. La belleza de esta reserva es un golpe seco a los ojos, sus formaciones rocosas de tonos rojizos le dan un marco ideal a la Ruta Nacional 86, que une la ciudad de Salta con Cafayate. Por ella discurren la Garganta del Diablo y el Anfiteatro, entre otras formaciones rocosas, paradas imprescindibles para empezar a conectarse con la magia de los Valles Calchaquíes. En kakán, lengua hablada en el noroeste argentino a mediados del siglo XVIII, Cafayate significa “lugar que lo tiene todo”. Por supuesto que esto no lo supe sino hasta varios días después de entrada mi estadía, pero les juro que lo sentí desde el principio. La tierra del sol y del vino es literalmente un pueblo, con todos los beneficios que ello conlleva a la hora de vacacionar; pero, sin dudas, ser la región principal de la ruta del vino salteña la pone en un lugar muchísimo más pretencioso. El aire pueblerino convive con la miscelánea cultural de los visitantes ávidos por probar vinos típicos, gastronomía autóctona y disfrutar de los más inmensos paisajes.

 

 Cafayate es un enclave privilegiado y una de las regiones vitivinícolas más altas del mundo


Vivir entre viñedos
Luego de la imponente Quebrada de las Conchas, mi segundo encontronazo con la abundancia fue al llegar a Grace Cafayate. Sabía que me esperaba un hotel boutique de lujo, pero al abrir las puertas de mi villa obtuve la segunda señal de que Cafayate tenía preparado para mí mucho más de lo que imaginaba. Con una elegancia que remite a lo esencial y a las raíces, en Grace Cafayate el lujo se vive con austeridad y conexión con la naturaleza. Es que para los amantes del elixir de Baco, no hay como dormir entre los parrales y, les juro, implica una comunión aún más profunda con el vino. Disfrutar de un spa increíble, caminar por sus 500 hectáreas que incluyen canchas de golf y de polo o degustar su gastronomía, son siempre buenos planes, acompañados de un personal mucho más que amable. Sí, la cortesía y la simpleza de los lugareños también fueron parte del combo de la abundancia. Pero no quedan dudas de que el vino es el responsable mayor del magnetismo que provoca Cafayate y la mismísima materialización de esta abundancia de la que estábamos hablando.

Vinos de vértigo
Los vinos de altura salteños son de gran calidad y muy particulares, y esto se debe a la combinación perfecta de sus suelos arenosos, la amplitud térmica y la altura a la que se encuentran los viñedos. De este terroir surge un vino con mucha personalidad y carácter; sus aromas, colores y sabores son completamente distintos al resto de los vinos de Argentina. Aquí el clima subtropical, serrano y seco genera las condiciones necesarias para que a 2.700 metros sobre el nivel del mar, se produzcan vinos con una impronta muy marcada. A mayor altura, el clima se torna seco y esto genera la amplitud térmica necesaria para que las uvas maduren en forma equilibrada y concentren los aromas que tanto caracterizan a las vides de estas latitudes. “Si es Torrontés, es de Cafayate”, se escucha decir en cada paseo por los viñedos. Este vino es la estrella de la zona y se caracteriza por su aroma intenso y su sabor frutado. La historia de esta cepa es un viaje al siglo XX español y su expansión a La Rioja. Pero fue cuando se encontró con el terroir de Cafayate que se produjo una mágica simbiosis para darle origen a uno de los vinos argentinos más premiado internacionalmente. Cafayate es la tierra ideal para los enófilos, en donde un Old Vine —parrales con más de 50 años— puede encontrarse con un proceso innovador para dar a luz a un vino singular y poderoso, el cual uno puede degustar desde el abrazo inmenso de las montañas.

 

 Los vinos de altura son de gran calidad y muy particulares: esto se debe a la combinación perfecta de sus suelos arenosos, la amplitud térmica y la altura a la que se encuentran los viñedos


Bodegas de encanto
- Finca Quara: me recibió Jesús, un lugareño que comenzó su relación con esta bodega y sus vinos levantando con sus propias manos el cerco de piedras que rodea la finca. El amor con el que él me explicó cada uno de sus procesos fue otra señal de abundancia; junto con el increíble lugar y los vinos riquísimos, hicieron que guarde a Quara como una de mis experiencias favoritas en Cafayate. Rodeada de montañas, con jardines y galerías hermosas, su casona es una de las construcciones más antiguas y mejor conservadas de la región, con más de 100 años de historia. Quara es la marca de vinos más emblemática de Salta y también la más popular, sin embargo en sus 279 hectáreas producen uvas finas de calidad superior destinadas a la elaboración de sus vinos de alta gama que son increíbles. Mi favorito: Quara Single Vineyard Tannat 2014, de color negro profundo, intenso en nariz y complejo en boca. Destacan notas de frutos rojos, especias y tostado aportados por su paso en roble.


- Piattelli: quizás sea una de las primeras bodegas reconocidas por el turismo y hasta se haya convertido en una postal de Cafayate. Aquí hay excursiones en todos los idiomas y de todo tipo. Su grandioso estilo arquitectónico y su paisajismo exótico, junto con las montañas, le dan un marco único a esta bodega. Su restaurant es todo lo que está bien, con unas vistas inmejorables a los Valles Calchaquíes frente a los que probar comida regional. Una visita a Piattelli merece seguir por el camino cuesta arriba a la bodega San Pedro de Yacochuya, en la que a 2.035 metros sobre el nivel del mar crecen las vides responsables de los vinos más excelsos del país. Mi favorito: Piattelli Arlene Series, Icon Blend 2013, color negro muy profundo, aromas a tabaco y frutas negras. En boca, largo y sedoso.


- El Porvenir: su nombre hace honor a su visión a futuro, pero siempre bajo una impronta generacional. Una bodega familiar, que se enorgullece de serlo, con vinos que hablan de sus antepasados pero también de su impulso innovador. En mi visita, tuve la suerte de conocer a Paco, el enólogo de la bodega, quien me contó cada detalle de la elaboración de los vinos, de la diversidad con la que se encuentra en cada parcela y, por supuesto, de la abundancia con la que se encontró al llegar a Cafayate desde su tierra natal sanjuanina. Por sus fincas El Retiro, Alto los Cuises, Alto Río Seco y Río Seco, crecen las uvas que luego se transformarán en vinos que huelen a terruño, saben a tradición y cuentan historias de lo que alguna vez fue y lo que seguirá siendo esta tierra de abundancia. Mi favorito: El Porvenir Laborum de Parcela Finca Santa María Bonarda 2017. De intenso color rojo, su aroma es complejo y de carácter frutado, pero de paladar suave y sedoso.

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