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Abrirse a la aventura

Dicen que la novela de Ramón Ferro es un “manual de maternidad encubierto”. En esta nota, te invitamos a creer en la magia del destino y entender por qué aparecen ciertas personas en nuestra vida.

“Tus hijos no son tus hijos,
son hijos e hijas de la vida
deseosa de sí misma.
No vienen de ti, sino a través de ti
y aunque estén contigo,
no te pertenecen (…)
Porque la vida no retrocede
ni se detiene en el ayer”

Khalil Gibran

¿De qué trata tu novela Para eso estamos? ¿Cómo surgió la trama?

Lo escribí en 2016. En ese momento, venía escribiendo otra novela que se llama Por unanimidad, que ahora está en proceso de edición y saldrá en enero. Van varias veces que me pasa lo mismo, por suerte, más o menos al 80% de un libro se me ocurre el siguiente. Así, uno termina dando el cierre a lo que hace, si no las cosas se prolongan. Para eso estamos fue muy rápido y en seis meses lo escribí completo. A veces el mundo se orquesta para traerte todo lo que necesitas para construir el texto.

¿Qué te trajo el mundo para crearlo?
En esos años, le compraba a mi hija una bicicleta para el cumpleaños y caí en una bicicletería de barrio, esas anónimas, donde un hombre muy serio, muy parco, me atendió muy bien. Este hombre, al que no se le escapa una cuota de falsa simpatía, me hizo entender cuánta gente silenciosa, en su barrio, en su casa, en su mundo, en su pequeña actividad, hace bien anónimamente, sin esperar ni especular con nada. Hacen lo suyo y eso aporta a un montón de gente y terminan haciendo que la vida sea mejor en algún sentido, aunque sea chiquito, para alguien. Este libro nació como una especie de homenaje a toda esa gente. En todo caso, a todos nosotros, porque todos podemos colaborar en ese plano.

Todos podemos ayudar a alguien…
En un plano espiritual, uno podría creer que el mundo mejora si alguien mejora, si le hace bien a otro. Pero bueno, es romántico. En el punto de vista más científico y todo lo que se sabe de la neurobiología, se ve hasta qué punto el ser humano es un ser social y que, sin ese encastre social alrededor, no puede existir. Entonces, uno entiende que la magia es un órgano imprescindible de la vida. Este libro salió como un homenaje a eso. Hay una parte que refiere a todo lo que hay que atravesar, todo lo que debe sufrir aquel que se dispone a cumplir con su vocación de hacerle bien a otros.

¿Qué me podés contar de “Charanguito”, el personaje principal?
El Charanguito es un hombre que nació con manos para el mundo. Desde que es niño hasta que acepta quién es y se dispone a hacer eso con su vida. En el libro, se define como un privilegio y, a la vez, una condena. Uno está condenado a ser quien es y, además, tiene el privilegio de ser quien es.

En la contratapa del libro, se encuentra la pregunta“¿De quién son nuestros hijos?” ¿Vos cómo la responderías?
Mi esposa dice que este libro es un manual de maternidad. Es muy importante para la vida el “paragua protector” de la madre, pero también es fundamental lo que no está abajo del paragua protector, porque la magia es la lluvia. Hay que mojarse la cara con la lluvia y ese es el punto en el que la madre tiene que dejar que la lluvia pase. La madre habilita al otro, digamos. El mandato materno es neurológico, las madres nos configuran hasta los cinco años, donde queda armado el complejo de Edipo, cuando se establece la constitución del individuo. A esa edad, queda definido cómo va a configurarse el panel emocional ante todo lo que tengamos que enfrentar en la vida: qué nos va a dar miedo, qué nos va a dar orgullo, qué nos va a hacer sentir ira. Todo queda configurado en ese panel inicial de emociones. Queda definido no por lo que nos digan sino por lo que hayamos visto y entonces hay algunas configuraciones que tienen que omitirse. Algunas configuraciones maternas, las que han quedado abiertas, insatisfechas o vacías, son las que luego uno, en la vida adulta, va llenar con lo que considere que es relevante. Eso ya es de uno, es mérito propio. Esos casilleros vacíos son los que uno después va llenar con aquello en lo que uno cree. Entonces, esta es la historia de una madre que deja esos espacios y se ve, posteriormente, cómo esta criatura los llena.

 “Es muy importante para la vida el “paragua protector” de la madre, pero también es fundamental lo que no está abajo del paragua protector, porque la magia es la lluvia”

¿Cómo vinculás tu faceta de escritor con toda tu faceta de médico?
Yo soy médico neurólogo y escribo desde siempre. Primero, escribí un libro de fábulas infantiles para mis hijos. Más tarde, escribí otro libro de cuentos para adultos, más irónico, señalando las barbaridades que uno ve todos los días. Después, salió en el 2014 una novela que empezó como un cuento pero finalmente terminó siendo una novela fantástica que es Como la vida misma. Ahí, me di cuenta de que podía escribir una novela. Después de eso, vinieron cinco novelas. Escribo porque me hace muy bien.

¿En qué género te sentís más cómodo?
Me siento más cómodo con la novela, aunque es más duro y más difícil, porque la novela implica un duelo. He pasado un año en esa bicicletería, con esos personajes hermosos, algunos admirables, que se constituyen y cobran vida y me acompañan a mí en una parte de mi vida, y de pronto los tengo que dejar ir, porque se terminó y ya no van a estar más conmigo. Entonces, implica un duelo y, aunque parezca una estupidez, funciona así: después de escribir un libro estoy unos meses para volver a la realidad y volver a entender que ya no están más. Me siento más cómodo con la novela en cuanto a esa posibilidad de inmersión que implica. Estoy una temporada metido en ese mundo y vuelvo todos los días un poquito a él.

 “A los 5 años queda definido cómo va a configurarse el panel emocional ante todo lo que tengamos que enfrentar en la vida

Texto: Alejandra Bertolami Fotos: cortesía R. Ferro

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