Cuando casa se conjuga con oficina no todo es tan bonito como suena “homeoffice”. Muchos son los expertos que aseguran que la flexibilidad horaria, la comodidad del hogar y la articulación de la vida personal con la laboral traen un sinfín de beneficios al trabajador. Sin embargo, y doy fe por mis diez años trabajando desde casa o desde donde se pueda, como todo, tiene sus pros y sus contras. El temita es que, si esos contras no son bien gestionados, los pros sin dudas pueden desaparecer como por arte de magia. Aunque nada de esto tiene que ver con la magia, más bien con la organización, las pautas y los límites sanos y claramente impuestos. Lo cierto es que poner límites a otros y a uno mismo no siempre resulta sencillo y, mucho menos, cuando el contexto es una pandemia mundial y nadie se la vio venir. Inmersos en un panorama incierto, la convivencia 24/7 con todos o con uno mismo y la economía caída que sacudió todos nuestros negocios… no son factores de lo más alentadores y que estimulen nuestra productividad. Por eso es que sentirnos sin norte, poco productivos, con falta de concentración, estresados y/0 con la imposibilidad de cumplir los objetivos… es normal y quizás no estemos gestionando bien algún factor. En esta nota, te dejo una serie de claves que a mi me funcionan y que estoy segura que, alguna, te va a ayudar.
1. Armate una rutina
Nuestro cuerpo es fan de las rutinas y la sorpresividad con la que llegó la pandemia y la cuarentena nos sacudió a todos nuestros relojitos internos y externos. Es normal que al principio quizás nos hayamos relajado un poco con el tema de horarios, espacios y organización de tareas pero, como esto viene para largo, ya va siendo tiempo que pongamos un poco de orden. Los horarios y los calendarios están para ayudarnos a gestionarnos de manera organizada, y eso, sin dudas, es supersaludable. Aunque no podamos trabajar exactamente en la misma franja horaria que lo hacíamos antes de que los chicos dejen de ir al colegio o nuestra pareja ande todo el día por la casa, no importa, tampoco vale ser tan estrictos. Pero sí es importante que nuestra nueva rutina se acerque lo más posible a lo que estamos acostumbrados. Si, por ejemplo, nos encontramos con que somos más productivos por la mañana, entonces nuestro foco de atención en las tareas principales debería estar puesto dentro de esa franja horaria. Si por el contrario, estamos acostumbrados a entrenar antes de ponernos a trabajar, sería ideal que podamos respetar ese orden. Además, ponernos un horario estimativo donde nuestra labor tenga principio y fin es fundamental. Así como también, pautarnos intervalos de determinado tiempo de productividad y de descanso, es clave.
2. Priorizá tareas y establecé objetivos
Es normal que sintamos que no nos alcanza el tiempo para hacer todo lo que tenemos que hacer o incluso que, a veces, no sepamos bien qué tenemos que hacer. El contexto de emergencia sanitaria y la falta de certezas hacen que ninguno de nosotros esté productivo al 100 % y tampoco da culparnos. Sin embargo, poner por escrito las tareas pendientes,
asignarles distintos tipos de prioridades y repartirlas adecuadamente a lo largo de nuestros días es una forma de frenar nuestra cabeza, organizarnos y bajar la ansiedad. Decidir cuánto tiempo queremos o podemos dedicarle a cada tarea, también es una buena idea. Lo importante es no entrar en el círculo vicioso del arquero, donde lo único que hacemos es atajar urgencias o problemas.
3. Establecé pautas y límites
Digamos que evitar distracciones trabajando desde casa, con todos los integrantes de ella habitándola es, quizás, uno de los puntos más complicados. No todos tenemos un espacio donde encerrarnos lejos de los gritos de los chicos, de la tele o de los comentarios de nuestra pareja. Sin embargo, todos tenemos el derecho a pedir respeto por nuestros espacios y por nuestro tiempo. Lamentablemente no todas las personas tienen la habilidad de ayudar a generarle espacios a los otros o la capacidad de respetar el tiempo del otro. Sin embargo, poder ponerlo en palabras, pedir respeto y conciliar un orden para que todos los integrantes del hogar tengan sus tiempos y sus espacios nunca es una pérdida de tiempo. Ya sea que se lo tengamos que explicar a nuestro hijo de dos años o a nuestra pareja de cincuenta, las palabras cambian las realidades y, al entendernos, quizás hasta podamos modificar una dinámica de la casa que no es tan respetuosa para con todos los integrantes de la familia. Eso sí, establezcamos también pautas para con nosotros mismos y leamos el punto siguiente.
4. No todo es trabajo en la vida
Como recomendé en el primer punto, que nuestro trabajo tenga principio y fin lo convierte en algo saludable para nosotros y para con quienes convivimos. Estamos ante una emergencia mundial por lo que es lógico que quizás tengamos que modificar o interrumpir nuestra rutina para ayudar a nuestra hija a hacer la tarea o que, en determinado momento, no encontremos la concentración necesaria y prefiramos ponernos a cocinar. Lo importante es ir escuchándonos y entender que tampoco es todo trabajo o que, porque nuestro negocio esté en crisis por la pandemia, tengamos que trabajar quince horas más. Es importante que también respetemos nuestros momentos de ocio con la familia, con los amigos -aunque sea por videollamada-, con nosotros mismos y que le dediquemos tiempo a nuestra salud. Este es un buen momento también para reencontrarnos con todas esas actividades que nos conectan con nosotros mismos, ya sea leer, hacer música, pintar, hacer ejercicio, yoga o estar con las plantas… busquemos esos momentos y potenciémoslo para incluirlos en nuestra rutina para siempre. No olvidemos que todas estas actividades generan endorfinas para que el cerebro funcione correctamente y no caigamos en el temido estado de ansiedad.
5. Tu propio espacio
“Como está tu habitación, está tu cabeza” me decía mi abuela cuando era chiquita y eso se traslada a nuestro escritorio -o no escritorio- también. No todos tenemos la posibilidad de contar con un cuarto separado con un escritorio ideal donde sentarnos y no ser interrumpidos. Sin embargo, aunque no contemos con ese espacio, es fundamental que nos creemos una suerte de escritorio que mantenga un orden y que siempre sea el mismo lugar. Se trata de nuestro rincón de trabajo dentro de la casa y de buscar que ese rincón se parezca lo más posible a nuestro sitio de trabajo habitual. Rodearnos de elementos conocidos por nuestro ser trabajador es una buena idea, por lo que si estamos acostumbrados a trabajar
con una agenda, mate y música determinada, es ideal seguir haciéndolo. Si no tenemos aún un escritorio o sitio de trabajo, la clave es buscar algún lugar de la casa con luz natural, una ventana para descansar la vista sin muchas distracciones, colores neutros y plantas… sí plantas, porque está comprobado que ellas nos ayudan a aumentar nuestros niveles de productividad y de creatividad hasta un 15 %.
6. Cambiate de ropa
Aunque no tengamos que hacer una videollamada con nadie o estemos solos en nuestro hogar, nuestro cuerpo activa y se pone en marcha a través de diferentes señales que le vamos dando. Una de ellas es nuestra vestimenta por lo que sacarnos el pijama y vestirnos con ropa cómoda y que nos haga sentir bien, es LA opción para comenzar con la rutina de trabajo. Incluso es importante que no vistamos todos los días la misma ropa ya que, dentro de las señales que debemos darle al cuerpo, también tenemos que indicarle que estamos viviendo distintos días, aunque parezcan iguales. Y está de más decir que, si tenemos una videollamada, para nada vale cambiarnos la parte de arriba solamente… ¡nunca se sabe cuándo tenemos que levantarnos a buscar algo o si nuestro hijo nos va a pedir asistencia repentina en plena llamada! Además, estar alineados, limpios y prolijos es una muestra de respeto para con nosotros mismos y para con quienes conviven con nosotros.
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