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Entrevista | Personajes

Vivirlo para contarlo

Autor: Ale Bertolami

Se lanzó de lleno a su vocación y recorre el mundo para darle voz a los relatos que no suenan por el ruido de los bombardeos. Conocé su historia para inspirarte.

Joaquín es periodista freestyle y su último destino, Medio Oriente, lo encontró con el desafío de tener que emprender su vuelta a casa a causa de la declaración de pandemia, dejando su sueño en pausa y en tierra siria, pero sin cortar sus ganas de seguir contando más. Una charla que te animará a encontrar tu vuelo y darle rienda suelta…

 

¿Cómo surgió tu pasión por ser periodista independiente?
La pasión por el periodismo y la pasión por la independencia son pasiones paralelas que descubrí en momentos diferentes. Primero, descubrí la pasión por el periodismo, que surgió por una pasión por la escritura, por la literatura. A los veintidós empecé a trabajar en la revista Gente. En su origen, tenía una preocupación por contenido social y un universo que te permitía formarte en otras cosas. Para mí, fue deslumbrante encontrarme con el mundo de las redacciones, con el mundo de salir a la calle a hacer notas y contar historias. Ahí me encontré y descubrí el periodismo verdadero. En una época donde todavía había mucho despliegue y mucha plata para hacer periodismo. La pasión por la independencia surgió un poco del hartazgo que me produjo el mismo periodismo que me había fascinado antes. No el periodismo en sí, sino la repetición. Después, se fue configurando esa pasión por la independencia que no es más que la pasión por la libertad y poder ejercer el oficio de manera plena y libre.

¿Cómo fue lanzarte como corresponsal de guerra?
Ese interés y ese sueño tienen que ver con mi padre, excombatiente de Malvinas. Creo que ahí hay una especie de universo para mí muy misterioso de la experiencia de la guerra. Un evento que pone a prueba la condición humana, esa especie de quintaesencia donde se ponen en juego cosas siempre me atrajo. Como periodista, esa necesidad de hacer un periodismo de algo que realmente valga la pena. Que esté en el lugar donde sucede la historia y que busca historias donde se pone en relieve la condición humana. Me encuentro con que hace mucho pienso en la guerra. Lo extraño es que me interesa más poder estar ahí que poder hacer un trabajo al respecto. El estar y vivenciarlo, más que escribir un libro.

 

Me interesa más poder estar ahí que poder hacer un trabajo al respecto. El estar y vivenciarlo, más que escribir un libro


Siempre se refleja mucha empatía de tu parte. ¿Cómo haces para despegarte emocionalmente de los relatos que te toca vivenciar?
Todas las experiencias que voy a cubrir voy con mi oficio y mi carnet de periodista, metafóricamente, muy presente. Voy a hacer un trabajo, ejercer un oficio que tiene una misión, tiene valores, tiene una responsabilidad social. El trabajo depende de que yo tenga una pata adentro de la historia y la otra pata afuera. Es como manejar un auto en un bombardeo: si te dejas llevar por el pánico no podes maniobrar. Son importantes esas dos partes: mitad de la historia adentro y mitad afuera. Adentro es fundamental, porque, si uno no se compromete y no siente empatía por lo que le está pasando al otro y no entrega su costado humano, no lo puede contar verdaderamente. Pero si uno no se aleja un poco, no puede hacerlo sostenible.

 

“Si uno no se compromete y no siente empatía por lo que le está pasando al otro y no entrega su costado humano, no lo puede contar verdaderamente”


Cuando te enteraste de la declaración de pandemia estabas en Medio Oriente. ¿Cuánto tiempo tenías destinado para ese viaje?
Fue un viaje frustrado que quedó a la mitad. Tenía pasaje de regreso desde Europa a la Argentina para fines de abril, pero no tenía de Medio Oriente a Europa, por lo cual por ahí se podía extender. Pero, mínimo eran dos meses. No llegué ni a hacer el 10%. Llegué a Beirut, Líbano. La agenda era: Líbano hasta fines de marzo y después Siria, que era el gran meollo de la cuestión, el lugar en guerra. Luego, era volver a Líbano para volar primero a Turquía para hacer campo de refugiados en la frontera con Siria. Luego ir para Irak o para Kurdistán, si se podía. Después, hacer Jordania, campo de refugiados y luego volar para el lado de Lesbos, la frontera entre Turquía y Grecia, para poder contar todo lo que había visto: el resultado de estas personas yéndose a Europa. Mostrar esa última parte que era la entrada de ellos a Europa.

¿Hasta dónde llegaste a hacer?
Llegué al Líbano. A los cinco días de llegar al Líbano se declaró la pandemia. No pude más que estar en Beirut y hacer unas historias en Líbano. Tenía una agenda preparada con ACNUR, la agencia de las Naciones Unidas para refugiados. Llegué a entrevistar a una familia siria que estaba refugiada y que se vino a vivir a la Argentina. Tengo la historia guardada. Llegué a hacer eso y luego me llamaron de Siria, que me revocaban la Visa por la pandemia y me la suspendieron hasta nuevo aviso. Pude volver a Grecia, volver a Lesbos y hacer la parte final. La primera semana en Líbano me puse en contacto con una llegada a Medio Oriente bastante amable porque Líbano, es muy cosmopolita. Poder entender el conflicto palestino, sirio y libanés, en terreno.

¿Sos de emprender estos viajes siempre solo?
Sí, desde hace dos años.También porque la industria está en un momento muy achicada y reducida. Entonces, no es posible hacer este tipo de cobertura. La única manera que encuentro de hacerlo es solo, financiándomela a veces por mí mismo o distintos modelos que voy encontrando para emprender cada viaje. Es muy artesanal cada una de las organizaciones de cada viaje. No son negocios, es recuperar lo gastado o perder poco. Es lo que me apasiona y es el único modo que tengo de llevarlo adelante.

Cuando estabas allá y se declaró la pandemia, ¿sentiste miedo de no poder volver?
Miedo, no. Pensar que estaba por entrar a uno de los países más peligrosos del mundo, que está en plena guerra civil y terrorismo… me daba miedo entrar a Siria. Cuando me dijeron que no podía entrar a Siria, de algún modo me bajaron el nivel de peligro. Pero después, en un momento me agarró inquietud porque vi que se ponía todo muy complicado y que me iba a llevar tiempo volver.

¿Cómo fue tu recorrido hasta poder llegar?
Una vez que estaba en Lesbos y que vi que se empezaban a cerrar las fronteras, me saqué un pasaje para Atenas. En realidad, saqué un pasaje de Atenas a Buenos Aires a través de Estambul. De Estambul a San Pablo y de San Pablo a Buenos Aires. Pero, al cerrar fronteras, se me cancelaron esos vuelos. Para no quedarme varado en Atenas, me saqué un pasaje para México, que era el único país que tenía las fronteras abiertas y había muchos argentinos. Estuve veinte días varado en Ciudad de México, con la decepción de no poder disfrutar la ciudad: estar pero no estar. Finalmente, se anunció el vuelo de Latam desde Cancún. Me fui a Cancún y me subí a ese vuelo.

Ahora, ¿cómo sigue tu trabajo?
Es una pregunta que me hago todos los días.

¿Qué planes tenés para lo que resta del año?
No lo tengo claro. Planifico intenciones o modelos de trabajo y modelos de vida. Pero no en concreto, porque el tipo de periodismo que hago tiene que ver con los sucesos. No podría haber planificado el año pasado, por ejemplo, con el estallido social en Chile: sucedió y me fui.

¿Algún trabajo o viaje específico que te haya marcado?
Eso es lo paradójico de ir detrás de historias: son demasiadas y uno no puede elegir ninguna. Sin duda, como cobertura, Venezuela me marcó en muchos aspectos. Estuve un mes ahí y me cambio la manera de entender el oficio, me dio una voz, me cambió mucho. Después, historias hay muchas que me conmueven.

Ahora que todo es incierto, ¿qué consejo le darías a alguien que quiere emprender o seguir un sueño y no se anima a salir de la zona de confort?
Primero, me preguntaría qué beneficios me ofrece la zona de confort o cuán confortable es la zona. A veces, uno entiende algo como zona de confort y, ¿dónde está el confort, si la estamos pasando mal? Yo trabajaba en un medio lindo con gente que quiero mucho y me sentía incómodo, improductivo, que no hacía un buen laburo. Tenía un sueldo, no me hacía rico, pero pagaba las cuentas. El año pasado fue un año de total incertidumbre, en todo aspecto y, sin embargo, me sentí más feliz que nunca a nivel profesional. Entonces, que se discuta la zona de confort.

Texto: Alejandra Bertolami Fotos: CortesíaJoaquín Sánchez Mariño

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