Entrevista
Entrevista | Nota de tapa

Mujer como ley primera

Soltar mandatos maternales y culpas es beneficioso para nuestra salud mental y la de nuestros hijos. ¿Lo probamos?

La maternidad podría definirse como la materia más difícil para cursar en la vida de una mujer. La maternidad es pública y pareciera que todos tienen derecho a opinar y a tomarnos examen. El dedo acusador está a la orden del día, tanto para la madre que le da Coca Cola al hijo como para la que elige ofrecerle un brócoli y hasta procura que sea orgánico. Así, vamos amando incondicionalmente en modo de madre, como sinónimo de un trabajo que no tiene retribución ni conoce el descanso. La maternidad se torna una experiencia sobrecargada de significados sociales.
¿No me arrepiento de este amor?
A decir verdad, no. La maternidad tiene esa ambivalencia de dejarnos aferradas a nuestros cachorros, pero con la necesidad de soltarlos para agarrar una copa de vino, para sentirnos esa mujer que, a veces, dejamos olvidada en la cocina o, simplemente, disfrutar el silencio sin escuchar un reiterado “mamá” de fondo. Aunque, para la sociedad, la figura de madre viene adosada con la sombra del hijo, aún cuando estamos sin ellos. La madre no se despega nunca de dar explicaciones: hacer las compras o salir al lugar que sea, sin ellos, puede valernos de la pregunta “¿y la nena/e?”. Parece que despegarnos de nuestra figura materna cuesta más que despegarnos la gotita del dedo cuando le pifiamos con ese pegamento. En la mujer, la maternidad se despliega como un espacio más: “sin olvidar que somos mujeres, hermanas, trabajadoras, compañeras. Se suma un nuevo rol, una nueva categoría y debemos entender que es un espacio muy importante, pero es válido también sentir la necesidad de salir, de ver amigos, de trabajar”, asegura la psicóloga María Belén Guinda.
La culpa, esa mochila maternal
La culpa nace en el interior de la sociedad y crece como una semilla en nuestra cabeza, algo impuesto en el ideal de la definición de madre y de la que cuesta salir: “el sentimiento de culpa es inherente a la maternidad. Como si fuera un legado más a la mega-mujer que lo social nos indica que debemos ser. Pero es a través de repensar nuestro rol que podemos sentirnos un poco liberadas de dicha culpa. Si cambiamos el lenguaje y hablamos de responsabilidad, podemos hacerlo. Claramente, no somos culpables por lo que sucede con nuestros hijos, somos responsables por el camino que elegimos”, pone en palabras Guinda. Trabajar la culpa no es fácil, pero se comienza hablando y, sobretodo, valorándonos y aceptando que al fin y al cabo damos lo mejor de nosotras. Flor Freijo, quien tiene una cuenta de Instagram con más de 50.000 seguidores de los cuales el 90% son mujeres y componen una comunidad de apoyo mutuo, de sororidad y catarsis, cuenta su experiencia: “la culpa la fui trabajando progresivamente año a año. Hoy, no soy la misma que era hace un año atrás con respecto al tema de la culpa. Creo que algo que me mostró el tema de trabajarla es que, cuando una está muy plantada en su propia libertad, en sus decisiones y en reconocer su trabajo con su hijo, reconocer que una da todo, nos hace dejar de sentir culpa y eso, ineludiblemente, se traslada al hijo y se traslada en forma de salud vincular. Es muy importante hablar de la salud vincular entre hijos y madres”. El deber ser maternal es tan fuerte que salir a tomar algo, elegir un trabajo que nos demande mucho tiempo o decidir irnos de viaje sin hijos parece un pecado mortal y nos encadena al hogar pensando que no podemos dejar ese núcleo: “cuando una madre sale del hogar, quienes quedan dentro del hogar ‘quedan solos’, porque la madre es cadena. Una tiene que desactivar eso y hacer oídos sordos, porque a la larga siempre se terminan organizando. Cuando uno internaliza el trabajo interno, sabe que una hace todo lo que puede y da todo de sí”, añade Freijo. Una manera de aliviar nuestra culpa es poder compartir lo que sentimos: “se puede hacer en grupos de crianza, en grupos de Whatsapp, tejiendo redes, no estando solas. Porque el compartir lo que nos pasa nos hace sentir identificadas con otras y saber que no somos las únicas”, explica Guinda.

 “Si me hago cargo de mis deseos y de mi libertad, mi hijo también va a responder a eso en algún momento, y me parece interesante que lo haga”, Flor Freijo

#SOYMALAMADRE
La maternidad está plagada de lugares comunes. Marta Lamas, antropóloga, advierte que hay en la figura materna una “mentalidad victimista” que se demuestra con “amor, servicio y sacrificio” y esa valoración social de las madres facilita que las mujeres acepten vivir la maternidad de una manera abnegada. El hashtag #soymalamadre aleja los mandatos impuestos y nos libera de la perfección que la sociedad espera de nosotras: “tiene que ver con decir ‘no soy todo lo que van a esperar siempre de lo que tiene que dar una madre’. La sociedad siempre va a esperar que una dé y más: si le das la teta, va a esperar que le des la mamadera porque estás usando la teta de chupete. Si le das mamadera, van a esperar que le des la teta porque el bebé lo mejor que tiene es la teta. Efectivamente, el discurso de la maternidad es el más esquizofrénico y el más público”, ejemplifica Freijo. Todos pueden opinar del rol de la mujer como madre, menos una misma. Tenemos que aprender que nada de lo que hagamos va a satisfacer a los demás y eso está bien: “cuando me relajé con eso, empecé a transitar el ‘mala madre’que me dio salud mental”, añade. Al fin y al cabo, nuestros hijos no necesitan madres perfectas, sino madres felices, presentes y que primero se quieran a sí mismas, para luego propagar su amor hacia los demás.


A gozar, que se acaba el mundo
Hay una relación estrecha entre dividir la maternidad de la sexualidad: “la maternidad está tan edulcorada, pintada de rosa, que parece que sexo y maternidad no son compatibles”, reflexiona Freijo, haciendo hincapié en que desde el porno hasta ser llamadas “M.I.L.F” (Mom I'd Like to Fuck) nos pone en una categoría aparte. Si bien la sexualidad se transforma después de la maternidad, hay que entender que “somos mujeres sexuales y seguir construyendo eso, es un vínculo más y nos arma como persona” añade.

“Solo siendo honestas con lo que sentimos, conectando con nuestras emociones, no negándolas, sino explorándolas, podremos liberarnos de la culpa eterna”, María Belén Guinda

Texto: Alejandra Bertolami

ESPECIALISTAS CONSULTADAS
Florencia Freijo
Politóloga, feminista, activista por los derechos humanos y asesora legislativa.
Redes sociales: @florfreijo

Lic. María Belén Guinda (MP47118)
Psicóloga con formación en salud mental perinatal
Coordinadora de grupos de crianza
Redes sociales: @mariabelenguindapsicologa

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