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Slow travel o cómo viajar a un ritmo más tranquilo

De pronto, el lujo se ha reconvertido. La opulencia y la exacerbación fueron derrumbadas por la pandemia. Mientras los sueños de viajar casi se convierten en pesadilla, el futuro nos marca que vendrán tiempos de lujos mejores.

Los cuartos de gran tamaño, los hoteles exclusivos, el desayuno pantagruélico, la botella de champagne de bienvenida, la fruta repuesta en un copón en la habitación, la elección del tipo de almohada a pedido, la pantalla de TV aplicada al espejo del baño, el reconocimiento de la huella digital para ingresar al cuarto, la automatización de todos los servicios desde las tablets distribuidas en una habitación que más que experiencia de hotel parece un tres ambientes de Belgrano R, los bombones por la noche, un par de periódicos locales para leer por la mañana, el inodoro con botonera tan sofisticada que es compleja de entender, el frigobar libre, la cafetera Nespresso a piaccere, el espacio de playa propia en las arenas más atractivas, el té de la tarde de cortesía o las bebidas libres bajo la sombrilla de paja... esos eran apenas algunos de los cientos de recursos que los hoteles más distinguidos ofrecieron hasta marzo a sus viajeros más selectos. Todo ello sucedía cuando, no hace demasiado tiempo, la capacidad de viajar se democratizó con líneas low cost y la accesibilidad a sitios antes exclusivos o la aparición de las plataformas digitales redujeron costos y pusieron a disposición ofertas que, en escala, hicieron lo selecto más alcanzable. Es así que emergieron los hoteles 7 estrellas o las líneas aéreas que disponían de casi un monoambiente para cada viajero. Siempre un escalón más arriba en la posibilidad de servicio… pero hoy parece haber un verdadero quiebre. 

 

La puñalada al turista

Una idea que no fue imaginada nunca por ningún atrevido guionista de Hollywood nos dejó a todos dentro de casa en el planeta completo, con incertidumbres de todos los colores. El cierre de fronteras fue una de las medidas más utilizadas al comienzo de los contagios por Coronavirus en cada uno de los países; una medida que se mantuvo más o menos hasta la actualidad. En ocasiones, se plantearon burbujas binacionales. La primera de ellas fue la implementada por Australia y Nueva Zelandia que, frente al control de la propagación del virus, pudieron permitir el viaje de sus ciudadanos entre ambas naciones. Esta modalidad se fue extendiendo en Europa, con mayor o menor tamaño en cuanto a países involucrados, y ha ido mutando en función de la segunda ola de contagios que algunos ya comenzaron a sufrir. Con hoteles cerrados, traslados casi imposibles, numerosos sitios cuasi dependientes de la industria turística para sobrevivir, cuarentenas o prácticas exigidas en aquellos países que recibían viajeros... el sector por completo se paralizó. No le sucedió sólo al negocio propiamente dicho, sino que psicológicamente, entre muchas otras reflexiones que las estadísticas empiezan a reflejar, las personas utilizaron este tiempo de confinamiento (más o menos extenso en el mundo, de acuerdo con las decisiones políticas adoptadas), para replantearse lo importante de su existencia. De esa reflexión murieron muchos turistas y nacieron más viajeros. Algunos, que ya existían, empezaron a rodearse de seres curiosos por aprender y disfrutar, más que por el tour de las 20 capitales en 10 días

 

Detrás del nuevo turismo, se esconde la experiencia sencilla. La elección simple. El lujo será el disfrute, con tiempo, sin el apuro de recorrer el museo completo

 

A fuego lento

Acurrucarte al lado de tu pareja mientras mirás por la ventana. Un encuentro de amigos para desempolvar el Scrabble. Juntar caracoles escarbando la arena de la playa. Sentarte en el sofá más mullido sólo a ver pasar las nubes tomando un tibio té mientras atardece a las cuatro de la tarde en el invierno más nevado que te imagines. Leer el libro que te espera en el rincón más iluminado de tu destino deseado. Comer sabroso, mantener las manos calientes, escuchar las hojas cuando se mecen con el viento... Aquellos pequeños destellos que hicieron grato un momento. Esa es la filosofía danesa cuyo nombre es Hygge (se pronuncia "hu-ga") y que es lo que ellos consideran el secreto de la felicidad. Es el estilo de vida que ha llevado a Dinamarca a superar a países como Islandia o Suiza en índices de bienestar. Más que de las cosas, se trata de la actitud con que las personas se conducen respecto de ellas. No se puede traducir a una sola palabra, sino que abarca una sensación de satisfacción y bienestar a través de disfrutar de las cosas simples de la vida. Eso es lo que se esconde detrás del nuevo turismo: la experiencia sencilla. La elección simple. El lujo será el disfrute, con tiempo, sin el apuro de recorrer el museo completo, sino de poder sentarse frente a un sillón de diseño para observar media hora al Pollock que más te gusta del MoMA de Nueva York.

 

 

Trabajo en viaje

Un estudio de Booking.com indica que los argentinos se encuentran en cuarto lugar entre los que más deseos de volver a viajar tienen. El 98 % ha investigado ya destinos y el 48 % elige pensando en que el rumbo le permita seguir haciendo homeoffice, porque se viene el viaje largo, pausado, sin apuro y con la posibilidad de continuar trabajando donde pinte.

 

POR: Flavia Tomaello

Web: https://flaviatomaello.blog/

Instagram: @flavia.tomaello

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